Sancho Ramírez, segundo rey de Aragón, emprendió una ambiciosa acción para hacer de su reino una potencia peninsular. La expansión territorial hacia el sur solo podía ser a costa del territorio de la taifa andalusí de Zaragoza. En 1085 se empiezan las obras del Castillo de Montearagón, para amenazar a la medina de Wasqua. Cuatro años más tarde están casi terminadas.
Desde el castillo se procede a un sistemático hostigamiento de la ciudad de Huesca y de sus alrededores hasta que en 1096, tras la batalla de Alcoraz, su hijo Pedro I conquista la ciudad.
Unos años antes, en 1093, el rey Sancho Ramírez decide hacer del castillo Capilla Real y crea una abadía independiente del obispado y bajo la tutela del papado. Para su funcionamiento le dota de una enorme cantidad de rentas y propiedades, convirtiéndose en una de las instituciones más ricas del reino. Además, los abades de Montearagón, en gran parte, fueron a lo largo de la Edad Media familiares varones del rey de Aragón.
La vinculación con la Casa Real de Aragón, convierte a Montearagón en Panteón Real, alojando los restos de Alfonso I el Batallador desde su muerte en 1035 hasta la desamortización del s. XIX. Junto a él, estuvieron enterrados otros miembros de la casa como el abad Fernando.
En 1146 el monumento pierde su condición militar, expandiéndose las edificaciones de la abadía por todo el recinto. Junto al castillo se crea una villa, a la que en 1175 se otorga el fuero de Huesca. Unos años después, en 1250, el papa le concede al Abad de Montearagón el privilegio de llevar mitra y báculo, como un obispo.
En los siglos XV y XVI el castillo sufrió varias vicisitudes; al principio del periodo fue asaltado en el contexto de la guerra civil desatada tras el Compromiso de Caspe; y en 1477 sufrió un incendio. Tras él, el abad, de la familia del rey, llevó a cabo una restauración en la iglesia y volvió a activar el monumento. Pero en 1571, Felipe II, ordenó la disolución de la institución.
Fueron unos años en los que el castillo se abandonó y cuando se revertió la decisión, en 1584 la abadía había perdido las numerosas rentas con las que contaba. Empieza una época de decadencia, dado que ahora la casa real no era aragonesa sino universal, y de penuria económica.
En el siglo XVII se documentan sucesivas actuaciones en la fábrica que evidencian su mal estado y su decadencia. En 1843, dentro del proceso conocido como desamortización, Montearagón es vendido a un comerciante de Huesca que lo usa como cantera de materiales para edificios de Huesca. Tras un incendio, el propietario cede en 1859 el castillo a la corona.
Se inicia en este momento una serie de obras que permitirán detener la ruina; al final del siglo XIX la iglesia es cedida al obispado que la adecúa y el conjunto se traspasa a la Diputación Provincial de Huesca para que instale un frenopático.
La guerra civil española (de 1936 a 1939) ubica a Montearagón en primera línea de frente, iniciándose un proceso de ruina que no se detendrá hasta que la DPH devuelve la concesión y el estado empieza a llevar a cabo restauraciones a finales de los años 70 y principios de los 80 del s. XX. Estas tuvieron un parón hasta que, a finales del siglo, el Instituto del Patrimonio Cultural de España como propietario vuelva a actuar.
Antonio Turmo.
Presidente de la Asociación de Amigos del Castillo de Montearagón.
https://www.montearagon.org/